Informe especial de Finanzas San Luis

Por Ignacio A. Nieto Guil (*)

Nuestro país se asemeja a la fábula de Pedro y el lobo. Quien no recuerde el cuento infantil, haré una breve síntesis: Pedro era un pastorcillo que pasaba la mayor parte del día cuidando ovejas. Un día bastante aburrido decide jugarles una broma a los aldeanos de su pueblo implorando socorro, ya que un lobo “supuestamente” amenazaba a su rebaño. Los aldeanos preocupados se acercan a brindarle una mano a Pedro; pero descubren al llegar que todo era una farsa. El Pastorcillo les jugaba una mala pasada y se divertía con ello. Nuevamente Pedro insiste en la broma y, los aldeanos ahora si preocupados asisten al pedido de auxilio pensando que era verdad. Otra vez Pedro se divertía mintiéndoles a los lugareños que, ya enfadados, prometieron no caer más en el engaño del pequeño pastorcillo. Al otro día, Pedro asiste al cuidado de sus ovejas como era de costumbre, pero con una sorpresa ¡Ahora si el lobo lo visitaba! Preso del miedo imploró la ayuda de los aldeanos el cual hicieron oídos sordos al pedido de socorro, pues pensaban que se trataba de la misma broma. En conclusión el lobo devoró el rebaño de Pedro que, arrepentido, juró nunca más volver a engañar a la gente del pueblo.

Las fábulas siempre enseñan moralejas, o sea enseñanzas a través de un cuento para que un niño aprenda una lección moral. Quizás la fábula de Pedro y el lobo sirva para analizar el contexto económico de la Argentina con la llegada del coronavirus.

Nuestro país se caracteriza por el asistencialismo clientelar y la intervención constante del Estado en los asuntos económicos de las personas. Por supuesto, siempre en detrimento de los sectores productivos que en su mayoría son Pymes, es decir, pequeñas y medianas empresas que intentan sobrevivir a las tradicionales políticas económicas de nuestro país, con una fuerte presión impositiva.        El Estado tiene gran responsabilidad en el deterioro productivo de nuestro país, afectando a la economía con falta de planificación a largo plazo, ahogo fiscal, controles de tipo cambiario, falta de crédito producto de las altísimas tasas de interés, desinversión en infraestructura; sumado a la poca capacidad de ahorro de los agentes económicos que podrían volcarse a la inversión en áreas productivas que generen riqueza.

Ahora bien, si sumamos a lo anterior el nuevo acontecimiento que está viviendo el mundo con el coronavirus, las cosas empeoran. La economía mundial se vio gravemente afectada desde que el virus empezó a circular ya que, entre otras cosas, los países debieron hacer un párate, es decir, frenar la actividad económica. Como consecuencia los mercados se desplomaron y, la Argentina que no es ajena a este problema, enfrenta otra cuestión. Precisamente nuestro país no tiene recursos para afrontar esta nueva realidad que golpea fuertemente. Pues, acostumbrados a dilapidar los recursos, por ejemplo, en fastuosas campañas políticas o en el asistencialismo constante; verdaderamente ahora, cuando más se necesitan de los recursos del Estado, no contamos, precisamente, con esos paliativos ante la crisis de salud pública que se vive a escala global. Por ejemplo, Estados Unidos tiene previsto invertir 50 mil millones de dólares para hacerle frente a la crisis económica.

Por un lado, el país está endeudado, con un riesgo país en más de 3.000 puntos, con la caída de las acciones y los commodities, sin estabilidad cambiaria ni fiscal. Por otro lado, si le agregamos a lo anterior que el Estado deberá emitir moneda provocando inflación, siendo uno de los pocos mecanismos que tendrá para enfrentar paliativamente la crisis económica que conlleva el coronavirus; mas todos los problemas que ya venían aquejando al país. Así las cosas se vuelven mucho más graves de lo que estaban.

En definitiva, la falta de previsibilidad y los errores constantes de la clase dirigente se asemeja al cuento de Pedro y el lobo. Muchos expertos económicos vienen denunciando las falsas recetas aplicadas por la Argentina hace décadas. Los políticos engañan con sus relatos a la ciudadanía y, aún más, a los sectores desfavorables, como Pedro que dos veces engañó a los aldeanos, no así la tercera vez, ya que el lobo (o coronavirus) ataco a su rebaño (o país), quedándose sin recursos cuando verdaderamente los necesitaba, es decir, la ayuda de los aldeanos que, análogamente, la podemos comparar con la previsibilidad que cualquier país organizado necesita para afrontar una crisis que no esperaba.

La consecuencia la pagan los sectores más carenciados, ya que el político derrocha dinero todo el año y hoy, cuando las personas no pueden trabajar, los recursos del Estado no alcanzan. Esto se debe a que la dirigencia no planifica a largo plazo por lo que no prevén situaciones críticas como la que nos toca vivir hoy con el coronavirus.

(*) Es estudiante de Abogacía en la Universidad Nacional de San Luis. Columnista en The Mises Report, Centro de Estudios Cruz del Sur, LaAbeja.pe y Fundación Libre.

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