Por Marcos Lucero (1)

 

Si bien en esta enero la divisa estadounidense cerró en su valor histórico más alto desde la salida del 1 a 1 de Cavallo en febrero ya comenzó a estabilizarse. En algunas casas de cambio se cotizó apenas por encima de los $20.- por unidad, pero este valor no duró mucho tiempo y comenzó a disminuir la semana pasada, aunque volvió a trepar esta semana y llegó a los $20,21 el jueves 8. Recordemos que en menos de dos meses llegó subir cerca de un 14%.

Sin embargolos inversores quieren tomarlo como referencia para canalizar sus ahorros tenemos que tener presente que las rentabilidades reales normalmente son negativas. Por ejemplo en el año 2017 la suba experimentada fue de casi un 17% cuando la tasa de inflación de la economía superó ampliamente esos guarismos. Si hacemos esa misma comparación entre el 02/01/17 y el 01/02/18 el porcentaje de incremento fue de cerca del 22%. Obviamente todos estos valores están por debajo de las tasas de inflación.

Quizás los movimientos alcistas de los primeros días de este año, y los de esta semana, se debieron a la baja de las tasas de interés que estableció el Gobierno, que venían cercanas al 27% (3 a 5% de rentabilidad real) y que disminuyeron levemente los primeros días de 2018. A eso se suma la variabilidad en el Merval que tuvo  ajustes a la baja y la inicitativa de Estados Unidos de subir las tasas de interés tres veces al año.

Ante todos estos escenarios muchos inversores se vuelcan al dólar en busca de mba-scholarshipsseguridad, sin embargo para muchos analistas el valor a finales de 2018 no debería superar los $22.- por unidad, aunque nadie tiene la bola de cristal. Esto se debe a que comenzarán a entrar más divisas al mercado local por la liquidación de los exportadores agropecuarios y las emisiones de deuda por parte del Gobierno. Claramente no se observará una gran tasa de rentabilidad por invertir en este tipo de activos. Todos los pronósticos de reconocidos economistas indican que la variación del tipo de cambio irá acompañando el proceso inflacionario, por lo que las tasas reales de rentabilidad serán cercanas al 0%.

Que hay un retraso cambiario, de eso nadie tiene dudas. Eso desincentiva las exportaciones e incentiva más las importaciones, incluida la salida el año pasado de US$ 10.000 millones en concepto de lo que los turistas argentinos gastaron en el exterior (considerado como una importación de servicios).

Sin embargo una gran devaluación, o una volatilidad tan pronunciada en las cotizaciones, puede ser contraproducente a los deseos del Gobierno de controlar la inflación, y hasta puede incentivar a una mayor puja por salarios por parte de los sindicatos en las paritarias que pronto comenzarán a abrirse.

Si bien estos impactos macroeconómicos están todos relacionados, lo que el inversor minorista, el ahorrista familiar, pregunta frecuentemente por estos días es si le conviene invertir o no en la divisa norteamericana.

Como siempre la respuesta es subjetiva, ya que depende del grado de aceptación o aversión al riesgo que tenga cada individuo; si quiere sólo mantener el poder de compra de su dinero o también generar alguna rentabilidad adicional.

Alternaivas hay muchas. Alcanzar mayores nieveles de rentabilidad sin costos fijos muy elevados está al alcance de todo el mundo –se pueden operar fondos comunes de inversión y hasta adquisición de acciones a través de los portales de homebanking-. Pero todo depende de cuánto está dispuesto a arriesgarse el inversor y cuánto conocimiento posea del mercado.

Asesorarse con los especialistas de su banco o un profesional en ciencias económicas especializado en la temática parece ser la mejor estrategia.

 

(1) es docente de Administración Financiera para las carreras de Contador Púbico Nacional, Lic. en Administración y Técnico Universitario en Administración Financiera en la Universidad Nacional de San Luis y en la Universidad Católica de Cuyo, sede San Luis. También es el coordinador del equipo de trabajo de Finanzas San Luis (c).

 

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