Cómo el proceso de alta inflación e inestabilidad política afectan el salario real en Argentina
por Cristian Sindoni (*)
El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) dio a conocer hoy el índice de inflación correspondiente al mes de marzo, el cual alcanzó el 7,7% a nivel nacional. En este contexto los alimentos y bebidas registraron un aumento del 9,3%. Estos datos reflejan una tendencia alcista de los precios que parecen no detenerse, mostrando los primeros signos de una potencial hiperinflación.
La inflación se define como el aumento sostenido y generalizado de los precios de los bienes y servicios en un período de tiempo. En Argentina, este proceso se viene observando secularmente y mantiene un estrecho vínculo con el déficit fiscal. Como consecuencia, los desajustes de la política monetaria han logrado que la alta inflación se haya convertido en una realidad cotidiana que afecta a la economía del país.
Para combatir la inflación el gobierno adoptó diversas medidas tales como desacelerar el crecimiento del tipo de cambio oficial, desdoblar el tipo de cambio, fomentar acuerdos de precios, establecer ajustes de precios basados en índices de inflación y aumentar las tasas de interés. Sin embargo, estas medidas no han logrado detener la espiral inflacionaria que continúa socavando el salario real. Incluso la tasa de interés se volvió un mecanismo inocuo para contener la suba de precios, dado que el mecanismo de transmisión hacia la economía real se ha visto deteriorado por el tamaño de la economía informal.
En este contexto, la política electoral intenta llamar la atención de la sociedad mientras la economía busca recuperarse de una prolongada recesión con inflación (estanflación). Para el ciudadano promedio el progreso parece una utopía, ya que sus ingresos se han visto drásticamente devaluados y el acceso a una vida digna está seriamente comprometida.
Hoy podemos hablar de la existencia de un proceso hiperinflacionario, más allá de que aún no sea registrado por los índices de precios, existe en nuestras decisiones. Ya no puede escapar de la vista del ciudadano promedio el incremento desarbitrado de ciertos rubros, principalmente de los alimentos. Los precios suben con más frecuencia y desde niveles más elevados lo que nos puede mostrar cierto desfasaje en los precios relativos: un kilo de tomates a $1.000 o un mouse a $30.000. Ya no existe posibilidad de lograr acuerdos de precios que son ampliamente conocidos como ineficaces y tendientes a generar escases. Entonces, si la economía está restringida para acceder libremente a una moneda estable (dólar, reales, euro), empieza a caer cada vez más la demanda de pesos y ya nadie quiere quedarse con la moneda local.
La hiperinflación representa una amenaza real para la economía del país ya que tiene un impacto directo en el poder adquisitivo de la población y genera pobreza extrema sumado a un clima de incertidumbre y desconfianza sobre la moneda local. En este contexto, los ciudadanos buscan proteger su ingreso frente al proceso inflacionario, lo que los lleva a deshacerse rápidamente de los pesos, aumentando el consumo o ahorrando en moneda externa.
El proceso hiperinflacionario se ha empezado a manifestar en las decisiones cotidianas cuando se adelanta consumo, cuando se utiliza la tarjeta de crédito al límite con el objetivo de ganarle al crecimiento de los precios o licuar una deuda. Cuando aprovisionarse de mercadería es mejor alternativa que cualquier inversión financiera significa que el tiempo se empieza a terminar. En estas conductas los ciudadanos expresan su expectativa de una potencial hiperinflación y empiezan a formar parte de la construcción de una “expectativa hiperinflacionaria”.
Podemos identificar las condiciones que suelen caracterizar la antesala de una hiperinflación para comprobar que no se trata únicamente de una percepción subjetiva del analista, sino de una realidad cada vez más evidente y en proceso de expansión. Entre las causas más observadas se encuentran: un contexto político disruptivo, un alto nivel de deuda pública, imposibilidad de cumplir con las obligaciones de deuda, un bajo nivel de recaudación tributaria, intervencionismo en el mercado de cambios, falta de confianza de las instituciones financieras internacionales, la indexación sistemática entre salarios, tasas de interés y precios, la caída en el nivel de ahorro, la caída de la demanda de pesos y el desborde institucional de la seguridad de los ciudadanos.
Los precios brindan información sobre lo que está sucediendo en la economía y cuando están en un equilibrio general inestable pueden conducir a una hiperinflación. Es inercial la conducta de los precios y si el gobierno no encuentra una pronta solución la economía se dirige a un plan de canje de la deuda pública (similar al plan Bonex), a un esquema de dolarización o a un programa de ajuste drástico del presupuesto público.
En resumen, el proceso hiperinflacionario ya se encuentra en marcha en la economía argentina y podría intensificarse rápidamente si se producen algunos de estos dos eventos: una devaluación de la moneda oficial o una crisis política. La probabilidad de una devaluación aumentó debido a la sequía (situación que se puede observar en el empinamiento de la curva de futuros de dólar Rofex), mientras que la conducción política actual parece desgastada y a la deriva del día a día, sin poder concretar ninguno de los objetivos que se plantea.
Para finalizar la descripción del proceso hiperinflacionario, se incluye un gráfico que muestra cómo el salario real se ha erosionado con el tiempo al considerar el RIPTE, que es el índice de Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables. Al dolarizar esta variable y presentarla en un gráfico se puede observar claramente la disminución progresiva del poder adquisitivo del salario a lo largo del tiempo, pasando de niveles de 1460 dólares a 561 dólares, una caída del 62% desde que el socialismo volvió a gobernar la Argentina.
(*) es Licenciado en Economía por la Universidad Nacional de Río Cuarto. Candidato a Magíster en Finanzas por la Universidad San Andrés. CEO & Fundador de DCF business consulting, una consultora especializada en análisis de datos, mercado de capitales y soluciones de negocio.
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